La fortaleza de este modelo de siete componentes no radica en ser exhaustivo (lo cual es imposible), sino en ser funcionalmente representativo. No es una lista arbitraria; es una selección estratégica que cubre los ejes fundamentales sobre los que opera la neurociencia afectiva moderna.
La afirmación de que este conjunto representa aproximadamente el 90% del cuadro funcional de la emoción es académicamente sólida porque cubre los sistemas funcionales clave: Motivación y Recompensa (Dopamina), Apego y Vínculo (Oxitocina), Alerta y Excitación (Noradrenalina), Regulación del Ánimo (Serotonina), Procesamiento de Relevancia (Amígdala), Memoria y Contexto (Hipocampo), y Juicio y Regulación Cognitiva (Corteza Prefrontal).
El "90%" no es una medida cuantitativa literal, sino una afirmación sobre la suficiencia explicativa del modelo a nivel macroscópico. Mientras que otros elementos afinan o posibilitan la comunicación, estos siete son los que dirigen la orquesta y definen la melodía principal de la experiencia emocional. En conclusión, este modelo es robusto y defendible porque no es una simple lista, sino un mapa funcional del cerebro emocional, permitiendo analizar casi cualquier estado afectivo de una manera que está firmemente anclada en décadas de investigación en neurociencia.